Se trataba de mendigar amor, ese monstruo espantoso. Todo se reducía, en el fondo, a la fiebre del amor. Pedir amor, suplicarlo de mil maneras, con las astucias más egoístas y más falsas que se pudiera concebir, todo valía. Pero nosotras nos mantuvimos a su lado igual. Cuando una puerta se cierra, se abre una ventana, pero hay que ser muy ágil para entrar o salir por la ventana.