En la actualidad, mucha gente en Noruega asocia los clavos de olor principalmente con la Navidad y con el zapatero Andersen, quien, junto con Tøfflus, saca los pequeños clavos de olor de una naranja para saber cuántos días faltan para la gran noche. Pero esta forma de calendario navideño tiene una historia centenaria que no tiene nada que ver con la Navidad. Se remonta a la época en la que en Europa se creía que colgar una naranja con clavos de olor purificaba tan bien el aire que protegía contra la temida plaga. En el siglo XVI, colgaban en las ventanas de las personas que podían permitirse ese lujo. Otras llevaban nuez moscada en colgantes alrededor del cuello para protegerse.