Me topaba con personas ingeniosas, endurecidas, capaces, exitosas, dramáticas. Algunas vulnerables. Algunas inseguras. Pero no agradables, no agradables como Sils. Era agradable de la manera en que yo había imaginado durante mucho tiempo que seguía siendo yo, pero al verla otra vez –extrañamente tímida en mi presencia pero iluminada y sonriente, como nunca, su voz con tonos aniñados que yo ya no escuchaba– supe instantáneamente, completamente, que yo ya no lo era.