Kamila Shamsie

—Los chicos son diferentes de nosotras —dijo Isma—. Ven lo que quieren ver, tienen visión de túnel.

—¿Y esto?
—Es del Corán. La yukallifu Allahu nafsan ilia wus-ahaa. «Que no coloque Alá, sobre ningún alma, una carga mayor de la que esta pueda soportar.»

De vez en cuando había períodos en los que ella cambiaba la frecuencia de la relación. Él solo podía describirlo así: una transformación repentina, como si alguien hubiese presionado con el codo, por accidente, el botón de la radio y el jazz se detuviera en plena melodía. Se volvía fría o triste, a veces se enfadaba, y cualquier intento de hablar sobre ello era en vano.

Se trata de sentirse a gusto con alguien. Lo bastante a gusto como para olvidarse de los modales a la hora de comer. Si se hace apropiadamente, es una especie de honor que le confieres a otra persona al sentirte cómodo con ella, sobre todo si no la conoces desde hace mucho tiempo

Los hermanos cuidaban el uno del otro, y lo hacían vigilándose mutuamente. Al menos eso parecía, aunque con toda probabilidad Isma estaba mucho más atenta a ellos que lo que ellos se preocupaban por ella.

Queremos ser como ellos y mejores que ellos. Queremos ser las únicas personas en el mundo que puedan ser mejores que ellos

Para las chicas, convertirse en mujeres era algo inevitable; para los chicos, convertirse en hombres era una ambición.

Quiso hablar con su madre y escuchar la voz de su hijo. La madre de Isma cortó la comunicación sin siquiera preguntar si quería escuchar también la voz de Isma, la única de sus hijos a quien conocía.

Allí estaba sentado el hijo de su padre. No importaba si estaban a este o aquel lado del espectro político, si sus padres estaban ausentes o presentes, si otra persona los había amado más y mejor. A fin de cuentas, ellos eran siempre los hijos de sus padres.

En las anécdotas de infancia era su cómplice en todo, la sombra que unas veces iba por delante de ella y otras la seguía, sin separarse jamás de su condición de mellizo