Byung-Chul Han

La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber.

El hombre ni siquiera para sí mismo es transparente.

El amante ciertamente muere en el otro, pero esta muerte va seguida de un retorno a sí mismo.

Somos, los unos para los otros, escaparates que pugnan por acaparar la atención.

El eros que me arranca de mí mismo y me embelesa con el otro llevándome a él es lo único que puede vencer la depresión.

Quien solo se instala dentro de sí mismo, quien se encierra en casa, no es capaz de escuchar.

Hoy internet no es otra cosa que una caja de resonancia del yo aislado.

El verdadero final del duelo solo se habrá alcanzado cuando se deje de desear. Con el fin del deseo se corresponde la serenidad, que significa alegría radiante y sosiego.

Únicamente la «seriedad», la «agobiante carga» del «para el otro» eleva la existencia por encima de la muerte y la finitud. En la «obsesión por el otro» mi muerte, mi ser, pierden su relevancia. La muerte, la finitud del ser palidecen en la «gloria de lo infinito».

Para que un solo individuo siguiera viviendo se exigieron infinidad de muertes