Desde el primer momento, las prohibiciones respondieron, al parecer, a la necesidad de expulsar la violencia fuera del curso habitual de las cosas. No he podido ni me ha parecido necesario dar de una vez por todas la definición precisa de la violencia[1]. A la larga, la unidad que hay en la significación que tienen las prohibiciones debiera salir a relucir partiendo de sus diversos desarrollos, que representan sus aspectos variados