Emily Henry

Eres su princesa de hadas. Su sombra. O él la tuya, o lo que sea.

Pero nadie me llama Gus, excepto las personas que conocí antes de publicar

Solo una cosa más —dijo con seriedad.

—¿Qué?

—Promete no enamorarte de mí.

—¡Oh Dios mío! —Empujé su hombro y me dejé caer en mi asiento, riendo—. ¿Me estás citando ligeramente mal Un Paseo Para Recordar?

Gus esbozó otra sonrisa.

—Excelente película —dijo—. Lo siento, filme.

Mentí —susurró contra mi oído—. He leído tus libros.

Rompí con ella en la fiesta.

—No estaba en la fiesta —dije.

—No. Pero como no era el siglo XVII, tenía un teléfono.

—¿Llamaste desde una fiesta y dejaste a tu novia? —exclamé—. ¿Por qué harías eso?

Miró en mi dirección con los ojos entrecerrados.

—¿Por qué crees, January?

Mucha gente me ha dicho que me parezco a ella —dije.

—No hay forma de que eso sea cierto.

—Está bien, no lo han hecho, pero deberían haberlo hecho.

—Eso es ridículo —dijo—. No te pareces en nada a ella.

—Por un lado, estoy ofendida. Por otro lado, me alivia que probablemente no odies mi cara.

—No hay nada que odiar en tu cara —dijo con total naturalidad

January, ten paciencia con él. En serio le gustas

Dios —dijo, con una voz profunda y ronca.
Luché contra una sonrisa.
—Gus, ¿estás rezando por mí?
Su oscura mirada rozó mi cuerpo hasta mis ojos. Los músculos de su mandíbula saltaron y me arqueé contra él mientras sus manos rozaban mi espalda para desabrochar mi sujetador.
—Algo así.

Te he deseado durante tanto tiempo —siseó, apretando las manos en mi trasero

Y antes de esa maldita fiesta de fraternidad