Al parecer, de todas formas la realidad, indiferente a toda verdad, se burla despiadadamente del conocimiento que se puede extraer de su observación y de su análisis. Dócil, hiperdócil, se pliega a todas las hipótesis, y las confirma todas indiferente. Todo esto sólo es para ella una «dis-posición» (Gestell en el sentido heideggeriano) superficial y provisional. La realidad misma se ha vuelto simuladora y nos remite a su ininteligibilidad fundamental, que no tiene nada de místico y sería más bien de orden irónico. Una vez alcanzado el estadio paroxístico (justo antes del final, como su propio nombre indica), cae ella misma en el estadio paródico: la ironía, la parodia son el último destello que nos envía la realidad antes de desaparecer, el último signo que nos envía el objeto desde el fondo de su secreto.