Nuestra diáspora siempre está presente en nuestras pieles, en lo que recuerda el océano, “en lo que recuerda la arena”, como diría Agard Jones; también nuestra diáspora está en nuestros bailes desobedientes, en el perreo, en el ritmo del dembow, en el tumbaíto de la bachata, en las chapas que vibran, en el mango con sal, en el plátano velde, el ron y la naiboa.