Ya no se trata de inculcar el saber de manera coercitiva mediante castigo e intimidación. Preconiza el goce del aprender y afirma que todo aprendizaje debe efectuarse a través de la reflexión y el cuestionamiento. Su objetivo no es nada más ni nada menos que el dominio de la libertad, e insiste en que el maestro debe ser sensato, antes que sabio, y que su misión principal es adaptar su enseñanza a los niños, apoyándose en su curiosidad. Montaigne afirma que es importante que el niño se desarrolle y declara que es mejor “una mente bien formada” que “una mente bien llena”. Sostiene también que saber de memoria no es saber y, en sus Ensayos, escribe que “el niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender”
Michel de Montaigne, donde toma MM algunas ideas.