W.N. P. Barbellion

«Heme aquí, vuestro humilde servidor, soy un científico dedicado a la verdad»

Qué vida tan corta tenemos y cuánto trabajo glorioso queda por hacer.

Esta entrada podría sugerir que soy tremendamente engreído. Pero, en realidad, soy la persona más humilde del mundo. Sé que he ido más allá que muchos otros y sé que seguiré avanzando pero ¿por qué ser engreído?…

Esta entrada podría sugerir que soy tremendamente engreído. Pero, en realidad, soy la persona más humilde del mundo. Sé que he ido más allá que muchos otros y sé que seguiré avanzando pero ¿por qué ser engreído?… Qué vida tan corta tenemos y cuánto trabajo glorioso queda por hacer.

1 de marzo
Mientras tenga buena salud, un hombre no tiene por qué desesperarse. Sin salud, podría seguir intentando seguir adelante pero, a medida que el objetivo de mi ambición resultara cada vez más inalcanzable, sin duda recordaría las palabras de Keats y abandonaría: «No hay infierno más cruel que el de una ambición insatisfecha»

31 de agosto
Es una chica estupenda. Tiene unos ojos magníficos. Nunca he visto otra más guapa.

El egoísta, como las bestias solitarias, sólo vive para sí; el altruista declara que vive únicamente para los demás; a ambos puede llegar el éxito o el fracaso, pero ninguno de los dos conocerá la tragedia. Porque si el altruista sólo recibe ingratitud, ¿qué queja puede tener?

El arte fundamental de la vida consiste en recuperar el sentido de esta gran vida continua y abnegada de la que hemos brotado

Aunque es una gran hazaña añadir algo, aunque sólo sea una pizca, a la suma del conocimiento humano, más grande todavía es añadir un pensamiento. Para un hombre, es mejor intentar ser a la vez poeta y naturalista que ser demasiado naturalista y pasar por alto la belleza de las cosas, o demasiado poeta y no entenderlas o no poder ver siquiera las bellezas escondidas que sólo se revelan tras una observación atenta.

Mientras tenga buena salud, un hombre no tiene por qué desesperarse. Sin salud, podría seguir intentando seguir adelante pero, a medida que el objetivo de mi ambición resultara cada vez más inalcanzable, sin duda recordaría las palabras de Keats y abandonaría: «No hay infierno más cruel que el de una ambición insatisfecha».