Así que los invito a amarse, a sentir de maneras diferentes; ámense como aman a sus hijos, como aman a sus padres, como aman a su dios; amen siempre, como si la vida dependiera de ello; ámense con sus defectos y sus cualidades; ámense en una noche fría, con pensamientos como remolinos, con dudas y miedos, con temor al futuro; ámense con ternura y con rabia, con deseo y pasión, en lo mejor y en lo peor, porque, aunque al final del día la batalla haya sido dura y no hayan salido vencedores, sabrán que lo dieron todo.