Me enseñó cómo se toca un cuerpo con ternura, no por placer, sino por amor puro. Ella me enseñó, a través de ese amor, la entrega, la respiración, la ternura con la que hay que disponer nuestros cuerpos para Dios en el Acto Multiplicatorio.
Y yo… sólo sé que me siento muy amada. Amada por Alexa. Amada por Dios. Ésta es la cosa hermosa que Dios quería enseñarme después de Su prueba. Las manos oscuras de Alexa. Su sonrisa brillante. La forma en que sus ojos se rasgan cuando se ríe.