Cuando galopábamos, con Maggie colgada de nuestros brazos, hacia el Adriático, ¿cómo iba a saber yo que once años después me desplazaría por la orilla opuesta del Adriático, por la orilla balcánica, con un uniforme completo de soldado de la policía militar de la República Kninska Krajina, un fusil de asalto al hombro y una pistola al cinto? Y con un destacamento de fieles amigos serbios. Pero se estaba muy a gusto en las dos orillas del tiempo, en la de 1982 y en la de 1993. Cada cosa tiene su tiempo, eso es todo.