Además, como estas «realidades fundamentales» del universo no tenían fronteras definidas, no era posible medirlas adecuadamente. Esto era sumamente desconcertante para los físicos, porque de lo que ellos se ocupaban era, precisamente, del reino de la medición científica, de la numeración, de las metademarcaciones. El hecho de que estas realidades básicas jamás fueran susceptibles de medición exacta, en ninguna circunstancia, fue lo que se llamó el principio de incertidumbre de Heisenberg, y fue el golpe de gracia para la física clásica. El propio Heisenberg lo llamó «la disolución del marco rígido». Las viejas demarcaciones se habían desplomado.