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Martín Luis Guzmán

  • Luis F. Guzmánhas quoted2 years ago
    A la tarde siguiente salimos de San Blas, y dos días después, ya anochecido, estábamos en Cruz de Piedra. Allí se me acercó, poco después de nuestra llegada, un joven militar.
    —Soy el general Rafael Buelna —me dijo, y me estrechó la mano con aire franco, aunque tímido.
    Aquella presentación súbita me desconcertó; me desconcertó, sobre todo, porque con ella se vino abajo cuanto mi imaginación había construido en torno del nombre de Buelna. Éste no era, como yo había supuesto, un guerrillero del tipo de Juan Carrasco, sino un adolescente que daba la impresión de haber hurtado, por travesura, los arreos militares que ostentaba.
  • Luis F. Guzmánhas quoted2 years ago
    En fuerza de querer penetrar las sombras, acabé por ver.
  • Luis F. Guzmánhas quoted2 years ago
    Ángeles, por su capacidad militar y, más aún que por eso, por su virtud, resultaba tan peligroso para los futuros caudillos como la verdad lo es para quienes viven de simulaciones.
  • Luis F. Guzmánhas quoted2 years ago
    Hubiera yo querido, a mi regreso de Nueva York, ir otra vez a Sinaloa —¡Sinaloa de dulce recuerdo!—; lo hubiera querido, por lo menos, para enterar a Iturbe, en persona, del resultado de mis gestiones en los Estados Unidos. Pero, contra mis propósitos, hubo circunstancias que me retuvieron en Nogales y que, al fin, me hicieron variar de rumbo.
  • Luis F. Guzmánhas quoted2 years ago
    Porque ante la belleza caprichosa, anárquica, de las formas de agua esculpidas por la noche, el propio dolor del frío como que dejaba de serlo al explicarlas.
  • Luis F. Guzmánhas quoted2 years ago
    Pues si le queda —replicó— es que usted no ha hecho lo que debe. Usted está necesitando desde hace tiempo un buen rato de alegría, de diversión; y créame: la diversión y la alegría cuestan hasta cuando no se compran.
  • Luis F. Guzmánhas quoted2 years ago
    —Sí —contestó Domínguez—; enemigo, pero libre de invasores.
  • Luis F. Guzmánhas quoted2 years ago
    Ya se sabe que en toda hora solemne de la vida de un pueblo hay la tendencia a exagerar los valores humanos por el sencillísimo procedimiento de sacarlos de quicio, de volverlos de revés. Se busca traducir entonces lo extraordinario interno en extraordinario visible, y se recurre, como al más sonoro de los instrumentos solemnes, al régimen de excepción, que es más excepcional mientras más arbitrario, y más arbitrario mientras más excesivo e irreparable en sus efectos. Y como nada hay más definitivamente irreparable, ni más subversivo de lo esencial humano, que matar, en cuanto los hombres se ponen solemnes, en cuanto hablan de salvar a la patria, de salvar a la sociedad, o simplemente de salvar a otros hombres, lo primero que se les ocurre es dedicarse, concienzudamente, a matar a sus semejantes. Recuérdense los dos versos de nuestro himno que dicen: “¡Guerra, guerra! Los patrios pendones — en las olas de sangre empapad…” Que es algo de lo más horrible que ha cantado nunca pueblo alguno.
  • Luis F. Guzmánhas quoted2 years ago
    o; no es lo mismo —le contesté—. El deber de usted es comportarse bien dentro de la norma militar, que es la que ha aceptado para su conducta; el mío, proceder bien dentro de mi condición de civil.
    —Como civil, ¿qué haría usted?
    —No asumir ni compartir la responsabilidad de ningún fusilamiento.
    —¿Y como militar?
    —Por eso no soy militar...
    —Es decir que ¿sí fusilaría usted?
    —Obedecería las órdenes con apego a la ordenanza, o me insubordinaría… La carrera de las armas divide la escala de los actos humanos en dos porciones que no siempre coinciden, y hay veces en que la elección se impone aun en el supuesto de la estricta legalidad militar; entonces, o se es buen hombre o se es buen soldado.
  • Luis F. Guzmánhas quoted2 years ago
    Yo me defiendo con razones porque lo creo de justicia; pero ni tengo miedo ni quiero que me lo achaquen. En llegando la hora, yo también sé morirme.
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