El verdadero reto consiste en ser exigente, cada vez más exigente, pedir un buen vino, pero saborearlo no con matemática de enólogo, sino con alma de borracho. Un sorbo quizá, tan solo un sorbo para no caer en el alcoholismo y no pagar las facturas que pasan los años. Pero que ese sorbo condense la pasión de un borracho