El cerebro, a diferencia de cualquier máquina, no fue diseñado. Es un órgano que ha evolucionado durante más de quinientos millones de años, de modo que hay muy pocas razones, quizás ninguna, para esperar que funcione verdaderamente como las máquinas que creamos. Es decir: a pesar de que el punto de partida de Steno —tratar al cerebro como una máquina— ha sido increíblemente productivo, nunca brindará una descripción satisfactoria y completa de cómo funciona el cerebro.