Cada vez que me enteraba de otro de sus logros a través del noticiero de Elara, me esmeraba aún más en clase para ser alguien en quien se fijaría en algunos años. Era la presencia constante en mi vida: podía discutir con Nishi y Deke, podía sacarme malas notas, podía padecer una terrible nostalgia de mi hogar, pero Mathias estaría en el solárium todas las mañanas, tan cierto como que los rayos de Helios iluminarían sus paredes de cristal.