Al día siguiente, el Gato esperó por si alguna otra criatura salvaje subía a la cueva, pero como nadie se movía en la salvaje espesura, el Gato se acercó hasta allí él solo. Vio a la mujer ordeñando la Vaca, el fuego resplandeciendo al fondo de la cueva y olió el aroma de la tibia y blanca leche