Era curioso que una universitaria, un joven músico, un trabajador por horas, un ama de casa, un chico que cursaba el bachillerato nocturno y otras muchas personas pudieran vestirse con la misma ropa y reconvertirse en aquellas criaturas uniformadas denominadas «dependientes». Cuando terminábamos la formación, nos quitábamos el uniforme y recuperábamos nuestro aspecto habitual. Como si nos transformáramos en otro ser.