Sayaka Murata

Tu configuración actual cambia en cada momento según la gente que te rodea.

Cada vez me costaba más entender qué era el «mundo». Incluso tenía la sensación de que era un concepto imaginario.

pero sí puedo darte el pienso que necesitas para vivir.

—¿Pienso…?

—Huy, perdona. Nunca he tenido animales en casa, y esto es como tener una mascota.

Ahora tenía la sensación de que el jefe me consideraba en primer lugar una hembra humana y, en segundo lugar, una dependienta de la tienda.

El jefe, que cuando alguien se marchaba siempre se quejaba porque íbamos cortos de personal, parecía contento. Puede que aquel humano llamado «jefe» no existiera. Lo que tenía delante de mí era un simple macho humano que deseaba la procreación de su propia especie.

Yo, que solía juzgarlo todo según fuera conveniente para la tienda, ahora había perdido mi punto de referencia. No sabía en qué basarme para decidir si una acción era racional o irracional.

Me he dado cuenta. Antes que humana, soy dependienta. Aunque como humana sea defectuosa, aunque pueda morir de hambre si no tengo dinero para comer, no puedo evitarlo: todas las células de mi cuerpo existen para la tienda.

El mundo normal es un lugar muy exigente donde los cuerpos extraños son eliminados en silencio. Las personas inmaduras son expulsadas

Era curioso que una universitaria, un joven músico, un trabajador por horas, un ama de casa, un chico que cursaba el bachillerato nocturno y otras muchas personas pudieran vestirse con la misma ropa y reconvertirse en aquellas criaturas uniformadas denominadas «dependientes». Cuando terminábamos la formación, nos quitábamos el uniforme y recuperábamos nuestro aspecto habitual. Como si nos transformáramos en otro ser.

Entonces sentí por primera vez que formaba parte del mundo, como si acabara de nacer. Aquel día había surgido una nueva pieza que encajaba con total normalidad entre las demás: yo.