Me erguí y cerré los ojos, preparándome para lanzar un hechizo, pero tuve que apartar a Orion, pues estaba intentando agarrarme la mano y en aquel momento yo la necesitaba con urgencia.
—¿Qué haces? —pregunté intentando zafarme del muy idiota, que no se estaba quieto. Sí, lo cierto es que no tenía ni la más remota idea de por qué Orion quería agarrarme la mano justo cuando él pensaba que llegaba su fin, pero entonces la respuesta me resultó tan obvia que me sentí como una auténtica palurda—. ¿Te crees que estamos saliendo? —le grité echa una furia, y entonces él se volvió hacia mí con una expresión decidida, me tomó la cara con las manos y me besó.
Le di un rodillazo con tanta intensidad como la situación requería, ya que también me hacía falta la boca para pronunciar el hechizo, y lo tiré al suelo de un empujón para poder volverme hacia las llamas, que cada vez se acercaban más. Conjuré a nuestro alrededor mi propio muro de llamas mortíferas a modo de barrera justo antes de que el fuego nos engullera