Todo lector verdadero sigue un hilo, aunque también pueden ser cien hilos a la vez. Cada vez que abre un libro retoma en sus manos ese hilo y lo complica, embrolla, desata, anuda, prolonga. «Toda línea leída es provechosa», dice el chino de un cuento de Hofmannsthal, a la espera de la pena capital, durante la revuelta de los Bóxer. La forma en que la literatura se teje en el cerebro es una versión impalpable de esas redes neuronales que causan la desesperación de los científicos. En el caso del C. elegans, un gusano transparente de un milímetro de longitud y provisto de 302 neuronas, hizo falta el