Compartimos el mismo destino. Por eso no me da vergüenza hablar de un perro. A lo mejor tú también te mueres de un cáncer de hígado. Seremos más ceremoniosos con tu enfermedad, gastaremos más dinero por un lado y alguien ganará más por otro, quizá pasará un poco más de tiempo, seguramente emplearemos muchas más palabras; y tu cadáver acabará encerrado en una bonita caja y vestido de gala, en vez de acabar enrollado en una manta vieja y no vestir más que un collar.
Y, si sobrevive algo de ti, ¿por qué no de él?