Hace muchos años que conozco a Yumi y a su familia. He disfrutado hablando con Nozomi, su hijo, acerca de su tesis universitaria sobre los filósofos judíos europeos posteriores al Holocausto cuando estuvo viviendo con mi esposa y conmigo durante un par de semanas; hemos ido a cenar los dos matrimonios a un carísimo izakaya de Ginza; he bebido té verde con Yumi en Shimoda, el pueblo de la prefectura de Shizuoka al que llegaron los infames «barcos negros» en julio de 1853 junto con un ultimátum de Matthew Perry —el comodoro, no el actor de Friends— donde exigía el comercio con Estados Unidos y la entrada de los barcos estadounidenses en los puertos japoneses.