En nuestra imaginación, el cuadro del mundo se nos aparecía del modo siguiente: el átomo de uso militar era el monstruoso hongo en el cielo, como sucedió en Hiroshima y Nagasaki: en un segundo, la gente convertida en ceniza; en cambio, el átomo para la paz se nos presentaba tan inocuo como una bombilla eléctrica. Teníamos una visión infantil del mundo. Vivíamos según el manual. No solo nosotros, sino toda la humanidad se hizo más sabia después de Chernóbil. Se hizo mayor. Adquirió otra edad.