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Rachel Carson

  • Giselle Mosquerahas quoted3 days ago
    El autor, defendiendo la destrucción de plantas benéficas, decía que era «sencillamente porque están en mala compañía». Los que se quejan por la supresión de flores silvestres a lo largo de los caminos, le recordaban

    —decía

    — a los antiviviseccionistas «a los que, a juzgar por sus actos, la vida de un can vagabundo les parece más sagrada que la de los niños».

    Al autor de esos papeles le pareceremos muchos de nosotros indiscutiblemente sospechosos, convictos de alguna profunda perversión del carácter, porque preferimos el espectáculo de los tréboles y las áfacas y los lirios de los bosques en toda su delicada e impresionante belleza al de los caminos requemados como por el fuego, la vegetación negruzca y quebradiza, el helecho, que antes elevó su orgulloso tallo, ahora agostado y caído.
  • Azdra Lenihas quotedlast year
    Una manera de abrir tus ojos a la belleza inapreciada es preguntarte a ti mismo: «¿Qué pasaría si nunca lo hubiera visto?» «¿Qué pasaría si supiera que no lo veré nunca otra vez?»
  • Cristina Morhas quotedlast year
    «Era un incurable romántico», escribió su hijo, «profundamente enamorado de la vida y los misterios del cosmos». Cuando se dio cuenta de que no le quedaba mucho para disfrutar del escenario terrenal, Otto Pettersson le dijo a su hijo: «lo que me sostendrá en mis últimos momentos es una infinita curiosidad por lo que sigue».
  • Vanessa Mosquerahas quoted8 months ago
    Albert Schweitzer: «El hombre difícilmente puede reconocer los daños de su propia obra».
  • Vanessa Mosquerahas quoted8 months ago
    ¿Cómo pueden los seres inteligentes tratar de dominar unas cuantas especies molestas por un método que contamine todo lo que les rodea y les atraiga la amenaza de un mal e incluso de la muerte de su propia especie?
  • Giselle Mosquerahas quotedlast month
    Jean Rostand: «la obligación de sufrir nos da el derecho de conocer».
  • Giselle Mosquerahas quotedlast month
    Lo que sitúa aparte a los nuevos insecticidas sintéticos es su enorme potencia biológica. El hecho de que tengan inmenso poder, no solamente para envenenar, sino para introducirse en los más vitales procesos del organismo y desviarlos por una vía siniestra y con frecuencia mortal. Así, como veremos después, destruyen los mismos enzimas cuya función es proteger el cuerpo contra los daños, bloquean los procesos de oxidación de los cuales recibe energía el organismo, impiden el normal funcionamiento de varios órganos e inician en ciertas células el lento e irreversible cambio que conduce a la destrucción
  • Giselle Mosquerahas quotedlast month
    En la mitología griega, la hechicera Medea, encolerizada por verse suplantada por una rival en el afecto de su marido Jasón, obsequió a la nueva novia con una túnica que poseía propiedades mágicas.

    El que se la pusiera sufría en el acto una muerte violenta. Esta muerte por medios indirectos encuentra ahora su contrapartida en lo que se conoce por «insecticidas sistemáticos». Estos son productos químicos con extraordinarias propiedades que se emplean para revestir plantas y animales de una especie de túnica de Medea, a causa de sus características verdaderamente ponzoñosas. Éstas se les han dado con el propósito de matar los insectos que puedan ponerse en contacto con ellos, especialmente secándoles los jugos o la sangre.
  • Giselle Mosquerahas quotedlast month
    Es un mundo en el que el bosque encantado de los cuentos de hadas se ha convertido en la selva venenosa en la que un insecto que chupe una hoja o mastique la raíz de una planta está condenado. Es el mundo en el que una mosca muerde a un perro y muere porque la sangre del perro se ha vuelto venenosa; en el que un insecto puede morir por los vapores emanados de una planta que no llegó a tocar; en el que una abeja puede llevar néctar ponzoñoso a su colmena y poco después fabricar miel envenenada.
  • Giselle Mosquerahas quotedlast month
    El agua debe ser considerada también por la cadena de vidas que sustenta

    —desde las minúsculas células verdes del plancton del tamaño de granos de polvo que arrastran las corrientes, pasando por las pequeñísimas pulgas de agua y los peces que se comen el plancton y que a su vez son devorados por otros peces o por pájaros, visones, mapaches

    — en un interminable círculo que transfiere de una vida a otra los principios de su existencia.
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