No somos seres perfectos, y nuestra forma de querernos tampoco lo es. Nada es eterno, y el amor tampoco lo es, porque es una energía viva que crece, disminuye, desaparece o se multiplica. Por eso el amor no es inmutable, ni tampoco es mágico: no es fácil quererse bien. Las relaciones humanas son conflictivas y, a veces, muy dolorosas, y requieren de mucha empatía, asertividad, generosidad y habilidades sociales para elaborar pactos de convivencia y para resolver problemas.