Rodrigo Cordero

nuestra mirada está completamente rodeada, completamente preparada por un halo de comentarios, incluso en el caso de la producción más reciente

nuestra mirada está completamente rodeada, completamente preparada por un halo de comentarios, incluso en el caso de la producción más reciente.

Una voz secreta los hacía ver

Admirar a Rembrandt no es admirar uno de sus cuadros sino admirar toda una vida de pintura y, en consecuencia, cobra la mayor de las importancias saber si tal Regreso del hijo pródigo, tal Retrato, se le atribuye o no, en qué frase pronunciada solo a medias esa palabra nueva encuentra su lugar.

Lo mismo ocurre con la obra pictórica, que se presenta siempre ante nosotros como la asociación de una imagen, ya sea sobre tela, tabla, muro o papel, y de un nombre, aunque este último esté vacío o pendiente, sea puro enigma o esté reducido a un simple punto de interrogación.

Tenemos una necesidad absoluta de títulos para identificar los cuadros en nuestras conversaciones e investigaciones, pero no resulta en absoluto indispensable que el propio artista los haya proporcionado.

para quienes el título tenía una importancia primordial, los pintores a veces encargaron a los poetas su elección

Doble paternidad de la obra

Porque el título no solo transforma la situación cultural de la obra, sino todo el contexto donde ella se presenta ante nosotros

Toda la composición parece, entonces, irradiarse a partir de estos dos elementos, los únicos que se repiten literalmente