Chéri había cogido el largo collar de Léa y desgranaba las grandes perlas entre los dedos. Ella pasó el brazo por debajo de la cabeza de Chéri y se lo acercó, sin segundas intenciones, confiando en lo acostumbrada que estaba a aquel niño, y lo acunó.
—Estoy bien—suspiró el muchacho—. Eres mi hermano, estoy bien…