Recuerdo que ayer me sentía la persona más feliz de la Tierra, de la galaxia, de todo lo creado por Dios. ¿Fue ayer o lo sentí hace muchos años? Me parecía que la hierba nunca había tenido tanto aroma, que el firmamento nunca había estado tan alto. Ahora, todo se derrumba sobre mi cabeza, quisiera fundirme en la atmósfera y dejar de vivir. ¡Oh! ¿Por qué no me evaporo? ¿Cómo podré mirar frente a frente a Sharon, a Debbie y a los demás chicos y chicas? ¿Cómo? A estas horas la noticia debe de haberse extendido por toda la escuela. Estoy segura. Ayer compré este diario porque creí tener, por fin, algo digno de contarse, grande y maravilloso, tan íntimo que no podría compartirlo con ninguna persona, sólo conmigo. Y ahora, como todo lo demás en mi existencia, resulta que no es absolutamente nada.
Ayer, cuando Roger me pidió que saliéramos juntos, pensé que me iba a