Rahel llevaba la mayor parte del pelo recogido encima de la cabeza como si fuera una fuente. Se lo ataban con un «amor-en-Tokio», nombre que se daba a una goma para el pelo que tenía una bolita en cada extremo y que no tenía nada que ver con el amor ni con Tokio. En Kerala los amor- en-Tokio han resistido la prueba del tiempo, e incluso hoy en día, si alguien lo pide en cualquier tienda respetable y de calidad, eso será lo que le darán: una goma para el pelo con una bolita en cada extremo.