María Parr

—Verás, Theíco, cuando estás triste porque echas de menos a alguien, significa que quieres mucho a esa persona. Y querer a alguien es lo más bonito que hay en el mundo. La gente a la que echamos de menos, la llevamos dentro de nosotros —me explicó, dándose un golpetazo en el pecho que retumbó por toda la habitación.

Pero nadie manda sobre el abuelo cuando se trata del mar. Y como alguien le diga que tiene que hacer algo en el barco, él va y no lo hace

—¡La familia del perro se ha mudado aquí! ¡Son de Holanda y le alquilan la casa a Jon de la Cuesta Arriba!

—¡Por fin seréis dos chicas, Lena! —dijo Ylva emocionada—. Será estupendo para el ambiente.
A Lena parecía que acababan de estamparle un pastel de nata en la cara.
—¿Ambiente? —rugió Lena—. ¡Me importa un pimiento el ambiente! Éramos Theo y yo los que íbamos a construir… lo que tú ya sabes, Theo. Y era un secreto

Solo intentaba ser amable —dije.
—¡Tú siempre quieres ser amable, arcángel! ¡Eres tan amable que dan ganas de vomitar! —gritó Lena

Aunque Birgitte se pasó la mañana pintando en el altillo y nosotros dando martillazos abajo, nos enteramos de un montón de cosas. El padre de Birgitte era escritor y se había tomado un año para escribir. Su madre era arquitecta, pero tenía ganas de probar algo distinto durante un tiempo. Hacía mucho que soñaban con vivir en una granjita en Noruega. Sus dos hermanos mayores volverían a Holanda cuando empezara la escuela. Iban al instituto

Un inusual hormigueo se me había instalado en el estómago. ¿De verdad se vendría mañana Birgitte

Y yo estaba cada vez más orgulloso. ¡La había encontrado yo!

—¡¿No tienen los barcos grandes la obligación de cederles el paso a los pequeños?! —gritó furiosa.
Jadeé desesperado.
—¡Es al revés, Lena!

Pulgas en las venas y de acá para allá