Penélope, Deméter, Diotima y una sirvienta tracia son las protagonistas de mi infame fechoría. Se dijo entonces, a modo de chanza, que yo actuaba como Robin Hood: que robaba figuras a los hombres para dárselas a las mujeres. Ciertamente, nunca he negado que en mi estrategia de bandidaje había un trasfondo ético y político tangible. Y, sobre todo, cierta alegría.