a felicidad –y esto es lo importante– rara vez hace acto de presencia. Dado que la denuncia de la injusticia patriarcal está representada por quienes son sus víctimas, una infelicidad generalizada impregna en general el tono, ora colérico, ora sarcástico, del discurso. No hay deleite ni alegría, sino más bien una ironía triste o un justo lamento que reclama atención. Inscrito en la lucha de las mujeres contra la sociedad dominada por los hombres, el fenómeno, con sus altos y sus bajos, llega hasta el presente; es más: por lo menos en Italia, adquiere tintes particularmente sombríos en nuestra época, una época en la que se habla de las mujeres sobre todo en relación con la violencia y la violación. El tono infeliz del discurso de la liberación se halla ligado inevitablemente al grado de infelicidad del entorno