En una sociedad organizada en torno a una unidad familiar estable, la opción de vivir solo es, por defecto, poco convencional. En un extremo del espectro se encuentran quienes de verdad están solos. El ermitaño o eremita —seglar que se aparta de la sociedad en todas sus formas— tiende a ser visto como un excéntrico, normalmente con cierto desdén. El solitario se idealiza como un rebelde, siempre que sea un hombre (James Bond, el Llanero Solitario, el Hombre Marlboro) y no se revele como un psicópata.