Millones de animales mueren por su piel, su lana, sus plumas o su pelo, obligados a vivir en condiciones de hacinamiento donde desarrollan heridas y enfermedades. Se los trata como objetos de usar y tirar. Tras una vida de tormentos, cuando ya no se les puede sacar más provecho, se los mata. Con indiferencia. Con impunidad. Y a otra cosa.