Jorge Ibargüengoitia

—¿Sabes a dónde nos conducirían unas elecciones libres? Al triunfo del señor Obispo

Se parecía a ella y se vestía como ella pero no podía ser ella. De todas maneras sentí que me temblaban las rodillas. ¿Será que todavía la quiero?, pensé.

Se parecía a ella y se vestía como ella pero no podía ser ella. De todas maneras sentí que me temblaban las rodillas. ¿Será que todavía la quiero?, pensé.

Se parecía a ella y se vestía como ella pero no podía ser ella. De todas maneras sentí que me temblaban las rodillas. ¿Será que todavía la quiero?, pensé.

Se parecía a ella y se vestía como ella pero no podía ser ella. De todas maneras sentí que me temblaban las rodillas. ¿Será que todavía la quiero?, pensé.

Se parecía a ella y se vestía como ella pero no podía ser ella. De todas maneras sentí que me temblaban las rodillas. ¿Será que todavía la quiero?, pensé.

Me pasó lo mismo que otras veces: ella me hacía groserías y yo era el que me quedaba arrepentido.

Nunca supe a qué atenerme con ella.

Esto me pasó por ser sincera con un hombre que no lo merecía.

—Aquí dejó la sangre el muerto —