Nuria Labari

Las bestias que me habitan son escandalosas. Hablan todas a la vez, me gritan, me exigen que haga algo muy urgente. Pero no alcanzo a descifrar lo que me intentan decir. Hay demasiado ruido

“Las personas fuertes no se doblan/ Se rompen/ y se hacen añicos”, escribió la poeta Märta Tikkanen

Estoy convencida de que su vida es en todo peor que la mía. Sin embargo, ella tiene la certeza de que, pase lo que pase, podrá soportarlo.

Tengo delante las puertas de los armarios de una cocina que no es la mía.

Las niñas la dibujan con unos ojos enormes que no tiene. Creo que es porque está siempre alerta, como cualquier presa en peligro. O quizás represente un agudo sentido de la vista, propio de una depredadora.

Claro que yo no soy como desearía ser. A veces ni siquiera soy como creo ser.

A todas las niñas se nos permite convertirnos en sirenas amables y domesticadas, pero nunca en bestias o pérfidas.

Las bestias que me habitan son escandalosas. Hablan todas a la vez, me gritan, me exigen que haga algo muy urgente. Pero no alcanzo a descifrar lo que me intentan decir. Hay demasiado ruido.

Fue su forma de exigirme que dejara de llorar. No funcionó.

A veces creo que María Celeste sabría explicarme por qué mi vida me entristece. Pero jamás le preguntaría por algo así. Al contrario, me comporto ante ella como la mujer afortunada que debo ser.