evo un par de horas sentada en la redacción y los vaqueros se me han adherido a las piernas como dos lenguas congeladas. Siento la humedad del sujetador y de las bragas. Los huesos fríos. Voy a por un café a la máquina. Necesito un incentivo. Cincuenta céntimos de agua hervida, leche en polvo y cafeína almacenada en filtros inoxidables que nadie limpia jamás.
El titular de la manifestación lo he estado viendo venir durante las cuatro horas de lluvia que me he pasado en la calle. El cielo no ha tomado aliento y bla, bla, bla. Es inevitable y previsible: Madrid llora el 11-M. El cielo llora el 11-M. El cielo también llora… Pienso en darle una vuelta, pero seguro que la metáfora vuelve a mi mesa. Ya es muy tarde. Es una pena. Mañana todos titularemos igual. Cursis y repes como cromos infantiles.
Empiezan a llegar las primeras fotos de agencia: nubes de paraguas. Son bonitas, distin