Desde que conozco a Robert la gente lo ha increpado. En el escenario, en el pub, en la calle, siempre él es el objetivo. Nunca he visto a Robert buscar pelea, pero parece que algo en él provoca a los demás.
Por una parte, Robert es un artista introspectivo, oscuro, melancólico, creativo. Por la manera en que se comporta, es obvio que su cabeza está en las nubes. Siempre ha formado parte de su personalidad: el poeta visionario, el mensajero con noticias del otro lado, el artista torturado. Pero, por otra parte, es alguien perfectamente normal que disfruta tomando una cerveza y viendo un partido de futbol. La gente percibe esta dicotomía en él y no le termina de agradar.