Los versos me salían con facilidad, pero la música siempre se me resistía. Un día, a los diecisiete años, decidí abandonar la música para no hacer ya sino versos; acababa de quedar decidida mi vocación.
Escribir me era a mí fácil a lo que me es el amor, pero el segundo siempre se me resistía y abondoné las cartas para escribir no más sino versos.