Cuando su mente comienza a divagar en la oración, sea como un niño. No se preocupe por ser organizado o por permanecer en la tarea. ¡Sin duda, Pablo no lo estaba! Recuerde que está en una conversación con una persona. En lugar de darse golpes, aprenda a jugar otra vez. Ore por aquello a lo que su mente divaga. Tal vez sea algo importante para usted. Tal vez el Espíritu lo está empujando a pensar en algo más.