Cuando Jesús describe la intimidad que quiere con nosotros, habla de acompañarnos a cenar. «¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos» (Apocalipsis 3:20).
Una vida de oración se siente como nuestras comidas en familia, porque la oración se trata de una relación. Es íntima y da indicios de la eternidad. No pensamos en la comunicación ni en las palabras, sino en la persona con la que hablamos. La oración es simplemente el medio por el que experimentamos a Dios y nos conectamos con él