Sin embargo, a los veintitrés años, Alejandro era capaz de replicar. Ya había derrotado al rey persa y, desde el Líbano, le envió a Leónidas una gran cantidad de valioso incienso, enfatizando su regalo con un mensaje: «Te hemos enviado incienso y mirra en abundancia para que dejes de ser tacaño con los dioses»; no hay nada peor que un anciano tacaño, y Alejandro utilizó el humor y la generosidad para ponerlo de manifiesto.