Laura Acero

Entender cómo se hace para quedarse cuando la violencia azota la tierra donde se hizo familia y ya no queda nada ni nadie por quien vivir.

Salgo de la casa como huyendo de un enemigo

Siete meses y apenas he podido terminar un texto, y menos mal que está de moda lo fragmentado: así es mi vida, retazos de lo que debo hacer y otros más, propios o ajenos, que son lo que voy juntando de cualquier modo.

La vista es fascinante. De repente sientes que perteneces a ese lugar, que naces de ahí, que te pertenece.

Entender cómo se hace para quedarse cuando la violencia azota la tierra donde se hizo familia y ya no queda nada ni nadie por quien vivir.

Les digo que en un diario podemos relatar de forma introspectiva, dilatando el tiempo de la narración con nuestra marea de pensamientos, o de una forma más narrativa, encadenando un hecho junto al otro,

Sé que no estoy enferma: es su llanto que me llama hacia él, que surge como pinchazo en la punta de mis pezones y humedece mi blusa, pero hoy no: hoy el día es mío.

Por corona tengo la faz de la luna

y por capa la ruana que sé tejer.

Por todo eso yo me siento como reina,

simplemente por hacerme la ilusión,

por tener una esperanza pa’ vivir,

y a sabiendas que los sueños, sueños son.

Rubén no es el puente ni el extremo, es ese abismo que solo podría conocer si cayera. Ese abismo que me mataría por el camino, golpeándome contra sus bordes afilados mientras los pájaros negros ríen entre las grietas. Félix y el niño. No importa. Ella es el puente.