Silvia Plath

todo lo que había leído alguna vez acerca de locos me quedaba en la mente, mientras todo lo demás volaba

No por bondad ni por curiosidad, sino porque yo le había tocado a él igual que una carta de juego de un mazo de cartas idénticas

«No se necesitan dos para bailar, sólo se necesita uno», y me dejé llevar y doblar como un árbol en el viento.

Tu vestido es negro y el polvo es negro también.

A mis pies la ciudad apagaba sus luces en el sueño, sus edificios negreaban como para un funeral

Un pálido reflejo de mí misma, alas blancas, cola de caballo marrón se posó sobre el paisaje como un fantasma.

pensé que las llevaría conmigo, como la reliquia de un amante muerto

No veía en realidad por qué la gente tenía que mirarme.

Muchísima gente era más extraña que yo.

Sentía que era muy importante no ser reconocida.

Los niños me ponían enferma