Cuatro de la mañana
Viento de las estrellas.
El mundo está incómodamente feliz,
todo será olvidado.
El pájaro que nunca he visto
cantó hasta descerebrarse;
misma voz, misma hora, hasta que
desperté y cerré los ojos.
Ahí estaba otra vez:
al filo del bosque, y la sombra
creciente
de la depresión invitándome a entrar
diciéndome
No hay nadie aquí.
No había nadie ahí
que se avergonzase de mí.