Tomás Cobos

Ahora me estoy muriendo en esta casa en la que nací, muriendo sin vino, sin tabaco, sin risas ni cantos

¿Recuerdas cuando todos los hombres a los que quería me dejaban?

Que no pueda hablar no significa que esté sorda.

. Lo que nunca he visto es un hombre que me ame lo suficiente. Un hombre que me amara lo suficiente me habría llevado con él.

Después me daba miedo que tu padre me internara, porque nunca he sabido dónde termina el poder que tiene un hombre sobre su mujer.

Siempre te puedes encontrar dolor y sufrimiento en esta vida, pero ¿por qué buscarlos?

que te enseñaron a abrir la piel de las mujeres para hurgar por dentro.

Todos los días hieren a las mujeres –los hombres hostigan a las chicas en esta vida, siempre lo han hecho, siempre lo harán–, pero no tiene sentido dejar que la mala suerte y la desgracia sean el motor de tu vida.

Me ves poderosa en mis pecados, pero la verdad es que yo estaba agotada. Sí, saqué adelante a mis bebés, pero hoy me arrastraría a cuatro patas para evitar la responsabilidad de unas criaturas tan necesitadas. Tus hermanos me traen a mis bisnietos a esta cama y yo cierro los ojos.

Ahora he llegado a la conclusión de que las mujeres son como vodka derramado sobre los hombres, y ellos se acaban derritiendo como cubitos de hielo.